lunes, 26 de marzo de 2012

Sobre mi ausencia...

Hace ya varias semanas que no actualizo. Mitad por falta de ganas y mitad por no poder hacerlo. Seré breve porque no me siento con ganas de explayarme en toda esta situación; quizás lo haga más adelante, no sé.


Ni siquiera sé cómo empezar a explicarlo. Creo que ya dije en una de mis anteriores que me diagnosticaron depresión. Es algo que sospechaba desde hace tiempo así que no puedo decir que esté sorprendida. Comencé el tratamiento hace un mes, más o menos.


El caso es que la situación empeora cada vez más. Hacía mucho tiempo que no tenía ganas de vivir, que me costaba levantarme cada día. No hacía más que quedarme tumbada en la cama, escuchando música porque no tenía fuerza para nada más.


Creo que todos alguna vez hemos pensado en el suicidio. Es algo normal. Pero considerarlo seriamente ya es otra cosa. Desde muy pequeña pensaba ya que moriría suicidándome. Siempre he querido ser yo la que decida cuándo y cómo terminará mi vida. Hace varios años lo intenté pero no salió bien y nadie se enteró. Decidí tomar eso como una señal de que aún no era la hora de terminar con todo.


El día 26 de febrero, si no me equivoco, volví a intentarlo. Esta vez creí firmemente que lo conseguiría. Había aprendido de los errores que cometí la anterior vez. Evidentemente, ya que sigo aquí, no funcionó. Sin embargo, ahora no me lo he tomado como una señal ni nada de eso. Simplemente me cabrea. Me siento decepcionada por no haberlo conseguido. Probablemente lo volvería a intentar si no fuera tan cobarde.


Lo de la cobardía lo tengo que explicar. En esta ocasión ha habido consecuencias. Las resumiré en dos:


1) Mi familia se enteró.
2) Acabé ingresada en el ala psiquiátrica de un hospital durante casi tres semanas.


Ver el dolor de mi familia y amigas ha sido superior a mí. Las cosas hubieran sido diferentes si hubiera muerto ya que no habría estado ahí para verlo ni para sentirlo. Es egoísta, lo sé, pero llega un momento en el que ya no se puede más y las posibles consecuencias dejan de importar. Supongo que tendré que esperar al menos hasta que deje de vivir con mis padres. O hasta que ya no aguante más. Al fin y al cabo estoy bajo una medicación más fuerte. Antidepresivos, ansiolíticos e hipóticos que deberían funcionar, se supone.


Ahora que he experimentado el dolor y la preocupación de esas pocas personas que me importan me han hecho sentir sumamente culpable. Por haberlo intentado y también, aunque parezca contradictorio, por no haberlo conseguido. Ahora entiendo por qué en algunas religiones el suicidio implica pasar la eternidad en el infierno (no es que me preocupe ya que no soy creyente); no es por quitarte la vida, es por matar al hijo/a de tus padres, al hermano/a de tus hermanos, al amigo/a de tus amigos. Es por suicidarte, por asesinar a esa persona que aunque creas que estaría mejor muerta, su fallecimiento acaba por hacer sufrir a las personas que la quieren.


Una vez que pasas por este "trauma", las cosas no vuelven a ser iguales. No es "bueno, he intentado matarme, no lo he conseguido, todos seguiremos con nuestras vidas y fingiremos que no ha pasado nada". No. Para nada. Ahora es preocupación constante de aquellos que me rodean. Control de todo lo que hago. Vigilancia casi inninterrumpida. Nada es como antes, aunque todo siga pareciendo igual de horrible.


Hasta aquí llega mi explicación. Supongo que más adelante, cuando tenga la fuerza suficiente como para sentarme a escribir con más calma, hablaré de esto con más detalle; sobre los motivos, sobre el ingreso, sobre las reacciones que todo esto ha causado en los que me rodean... bla... bla... bla...


Ya me han repetido un millón de veces que la vida es bella, que no hay que darse por vencida nunca, que siempre hay motivos para seguir adelante. Digo esto antes de finalizar la entrada para que si pensaís en comentar algo de ese estilo, ni os molesteis. Ya me lo han repetido hasta la saciedad y no tengo más fuerzas ni ganas de oír algo que no es cierto para mí. Bien, no dudo que para algunos sea así. Cuando estás como yo, las cosas no se ven de esa manera. Todos los días son rojos y no hay luz al final del túnel. Ojalá nunca lleguéis a pasar por esto; casi prefiero que no entendáis lo que digo, ya que significaría que vosotros estáis bien. Que a pesar de todos los problemas podéis enfrentaros a la vida. Que no estáis encerrados en un infierno tan profundo como en el que yo estoy.